jueves, 27 de febrero de 2014

SON HISTORIAS DE VIDA


He de decir que este tipo de entradas no son las que disfruto precisamente escribir. No es por nada. Me ponen mal. Me revuelve las tripas pensar que en nuestro mundo, en nuestra época y en nuestra sociedad democrática suceden cosas así. Cuando escuchamos sobre las migraciones, es más probable que en nuestra cabeza aparezcan números, datos, leyes... quizás una ingente masa que invade, que carcome los recursos, una plaga que pone en jaque la “seguridad nacional”. Pero pocas veces se nos muestra y reparamos en las personas, las historias de vida detrás de los rostros y de los números.

Hoy quiero contar sólo tres historias recientes de la vida real que ojalá fueran irreales, producto de la imaginación de alguna mente enfermiza. Pero no. Son tan reales como nosotros mismos. Historias que podrían ser cientos o miles y cuentan cómo la vida de una persona cambia en un abrir y cerrar de ojos solo por buscar algo mejor para sí y para los suyos, en otro país. ¿Qué de ilegítimo tiene ese deseo humano?

CIEN GRITOS DE AUXILIO

La primera historia son cien gritos de auxilio que vienen desde una cárcel. No, perdón, me equivoqué… ni siquiera merece llamarse cárcel. Al menos una cárcel estaría mejor vigilada. Son gritos de auxilio desde un verdadero centro de concentración que eufemísticamente hacen llamar  “Centro de Internamiento para Extranjeros” (CIES), lo mejor sería que se conociera por lo que es: un lugar decrépito donde se pisotean ya no los derechos, ya no la dignidad… se pisotea la integridad física de quienes son internados allí entre el hedor a orina, gusanos, excrementos de ratas y restos de cucaracha.

Los cien gritos de auxilio vienen de quienes están en uno de estos centros de la vergüenza no lejos allá en un país distante bajo una dictadura, sino en el corazón de España, en su capital Madrid.

Mientras el gobierno habla a las masas de lo bien que está el país en su informe del estado de la nación, una carta es publicada modestamente. Los firmantes, desesperados, se dirigen simplemente a quien pudiera escucharlos. ‘A todos aquellos que quieran, deseen y estén dispuestos a prestar su más sincera ayuda’. Una declaración y un grito de auxilio en el que no exigen, suplican ayuda para acabar con el atropello de sus derechos y la de sus familias, separándoles de ellas, pisoteando el derecho de sus hijos a estar con sus padres, exponiéndoles al abandono y desamparo. 

Cuentan cómo su integridad física peligra constantemente por las brutales palizas, maltratos y abusos de poder por parte de los agentes de la policía que ejecuta expulsiones con la más miserable violencia y ultraje. 22 horas al día recluidos en celdas víctimas de una pésima y deprimente atención médica impartidas con total desinterés y deprecio. Así durante días, semanas, puede que meses.

Historias que no son nuevas. Otros ya habían registrado sus testimonios hace mucho tiempo.

Nada ha cambiado sustancialmente.

Solo dejo el dato: En España existen ocho Centros de Internamiento para Extranjeros que funcionan bajo un total hermetismo y ocultamiento de sus acciones.

¿Hasta cuándo?


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BALAS CONTRA PIEDRAS

La segunda historia viene de la frontera de México y Estados Unidos, a unos kilómetros de Tijuana, para ser concretos en las montañas de Otay.

Jesús seguramente era uno de esos soñadores de un mejor futuro para él y su familia. Un día hizo su mochila con lo poco que podría llevar encima y se marchó de Tijuana con rumbo al norte, hacia el Dorado americano.

Jesús caminaba en la frontera con un grupo de compañeros cruzando el borde del país en que tenía puestas todas sus expectativas. Seguramente era consciente de los obstáculos y retos que tenía ante sí, pero estaba decidido a superarlos. Con lo que no contó fue que el primer gran reto estaba esperándolo justo en la orilla.

Cuentan las noticias que un agente fronterizo patrullaba solitario en las montañas de Otay. De repente fue atacado por tres personas, entre ellos Jesús. Francamente no sé qué hacía Jesús por ahí atacando agentes, pero es la versión oficial y hay que creerla.  Cuando el agente le persiguió hacia un desfiladero y una colina, Jesús cogió una piedra y alcanzó a golpearlo en la cabeza… ese fue su más grave error.

La respuesta -proporcionada a la amenaza- según la versión oficial, fueron disparos letales, y Jesús pagó con su propia vida el grave error. Murió al instante mientas el agente de la Patrulla Fronteriza resultó con heridas leves, que ni siquiera requirieron atención médica.

"En estos casos, se actúa a percepción del agente, pero todos los oficiales sabemos que al final del día, tenemos que hacer lo que sea necesario para volver a casa", explica sin pudor la corporación policial. "Otra vez, otro caso de balas contra piedras” que deja muchas preguntas abiertas, le responden.

No es la primera vez que pasa. Uno de los casos con mayor controversia es el de la muerte del adolescente de 14 años Sergio Adrián Hernández, a quien en el 2010 un agente estadounidense le disparó en la cabeza en respuesta a una supuesta agresión con piedra, aun cuando el joven se encontraba en territorio mexicano, en Ciudad Juárez.

Activistas denuncian la muerte de al menos 22 personas a manos de agentes fronterizos en los últimos cuatro años.

Todos ellos continúan en la impunidad.


*****

BRANDON REGRESÓ A SU PUEBLO

La tercera y última historia es quizás una de las más desgarradoras, de impotencia, de sufrimiento. Una historia que duele hasta para quien la lee, y comienza más o menos así:

Ring. Ring.
- ¿Aló?
- Mamá, oiga, escuche bien…
- ¿Brandon?
- Sí, mamá, escuche bien, por favor…
- Brandon, ¿qué pasa?
- Mamá, me tienen secuestrado. La amo mucho, cuídese y ore por mí, porque tal vez no salga vivo…
- ¿Pero cómo…?
- Adiós, mamá. La amo.
- ¡¿Brandon?!

La llamada se cortó. Catorce segundos pueden cambiar una vida completamente.

Así comienza la historia contada por el periodista Oscar Balderas. Cuenta en su relato que una mañana Brandon tomó pocas pertenencias y salió de casa, en un pueblo árido y pobre de Guatemala con rumbo a Estados Unidos, donde alcanzaría sus sueños… pero antes tendría cruzar México, la bestia y, finalmente, su destino.

No tenía idea de lo peligroso que es cruzar México.

En Veracruz, se supone que Brandon haría un alto en el camino, pero ahí todo se desvaneció. Brandon no volvió  a llamar.

Una banda criminal se lo llevó secuestrado y, a cambio de su liberación, es el secuestrado quien debe trabajar para generarle cierta ganancia económica a sus captores y así comprar su propia libertad. A los tres meses del secuestro fue cuando pudo llamar a su madre durante 14 segundos, que desde ese momento no paró de buscarle. Fue en vano.

Pasaron 5 largos años sin que hubiera noticias de Brandon.

Hace unas semanas el periodista hizo una llamada a la madre de Brandon para interesarse por su caso.

- Qué bueno que me llama… ya encontraron a Brandon…
- ¡En serio! ¿Cómo está? ¿Está bien?
- No… lo encontraron en una fosa…
- … Amelia…
- Sí… no quiero hablar
- Entiendo, señora.
- Adiós y gracias.
- Adiós.

 El informe de la policía es escueto en detalles. Sólo se sabe que lo encontraron en abril de 2013 con tres disparos, dos de ellos en el cráneo, que lo mataron al instante.

Brandon regresó a su pueblo, en un ataúd cerrado, con el cuerpo y rostro irreconocibles.

Aquí la historia completa, narrada delicadamente:


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